lunes, 30 de noviembre de 2009

La lucha contra el dengue


Una luchadora contra el dengue

ANDREA GAMARNIK "Una luchadora contra el dengue". (Fuente: Diario Clarín)

Es bioquímica y dirige el laboratorio contra el virus del Dengue del Instituto Leloir. Acaba de ganar el premio L´oreal- UNESCO por la mujer en la ciencia.
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Silvina Schuchner.
sschuchner@clarin.com

El laboratorio huele a fenol, algún solvente o cloroformo. Andrea Gamarnik está tan acostumbrada a convivir con ese olor que no le llama la atención. Huele a laboratorio. Hay tubos de ensayo por todas partes, frascos, frasquitos y escritorios repletos de carpetas. Desde la ventana se ve Parque Centenario y por el pasillo, la nueva ala del edificio del Instituto Leloir, todavía sin muebles. Gamarnik lo muestra orgullosa: se nota que acá encontró su lugar. Después de recibirse de Bioquímica con honores y doctorarse en la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA, realizó estudios de posgrado en la Universidad de California, en Estados Unidos, y trabajó en una empresa de biotecnología. Pero sentía que le faltaba algo. "Vivía en una ciudad hermosa, tenía amigos, un trabajo donde me pagaban muy bien pero me faltaba el sentido de lo que hacía. Hacer Ciencia en Estados Unidos satisfacía solamente mi curiosidad. Pero yo estudié en una universidad pública, no pagué un centavo y no podría haber estudiado de otra manera. Me entusiasmaba volver al país para investigar y formar gente acá", dice.

A fines de 2001, cuando el país estallaba al ritmo de los cacerolazos, decidió regresar: había ganado un concurso del Instituto Leloir. Acá organizó el primer laboratorio de Virología Molecular con el objetivo de investigar la biología del virus del dengue. Y ahora acaba de ganar el Premio Nacional L'Oréal-Unesco "Por la Mujer en la Ciencia", que cuenta con el respaldo del Conicet.

A ocho años de haber vuelto al país, cuenta que nunca se arrepintió de su decisión, a pesar de que le llevó dos años de terapia. En jeans, con anteojos de marco colorado y un pearcing en la ceja derecha, reconoce que lo único que extraña es la diversidad de San Francisco. "Acá nos vestimos todos iguales, nos peinamos todos iguales", dice y ríe. Gamarnik es una apasionada de lo que hace. "Para investigar, además de ser curioso y un poco obsesivo, tenés que estar predispuesto a equivocarte y a no sentirte mal cuando te equivocás. En general, uno trabaja tratando de descubrir lo que no sabemos. Si uno es un poco soberbio, en el sentido de que no le gusta equivocarse, es difícil. Pero a mí me resulta divertido, un desafío constante".

¿Por qué elegiste trabajar con el virus del dengue?

En San Francisco trabajé con el virus de la polio, con el virus del sida y de la hepatitis C. Cuando decidí volver, pensé que en esos virus había muchos laboratorios trabajando. Y me puse a leer qué virus en latinoamérica era importante y estaba poco estudiado. Así elegí el dengue. En Argentina, en ese momento no se hablaba mucho, pero en Brasil era un tema serio. A mí me gusta hacer ciencia básica, elegir un virus como el del dengue que tiene un contenido social importante y preguntarnos cómo funciona ese virus. Y por otro lado, poder obtener respuestas que aporten al desarrollo de vacunas (ver recuadro).

¿Qué significa ganar el premio L'Oréal- Unesco por la Mujer en la Ciencia?

Es un premio estímulo a un proyecto que estamos desarrollando. Uno puede preguntarse si está bien que exista un premio para la mujer cuando no hay premios sólo para hombres. Creo que es importante para generar cierta conciencia social de que no hay igualdad de géneros en la Ciencia y en muchas otras áreas. En la Ciencia, la mujer sufre discriminación, es mucho más sutil que la que existía hace 50 años. Las estadísticas muestran que en el Conicet entran más mujeres, pero las categorías más altas siguen ocupadas en un 90% por hombres.

¿Sufriste alguna discriminación?

Es sutil, a lo mejor no tengo ejemplos míos. Pero mi sobrina, que es abanderada, quería estudiar Física y los profesores le decían que era una carrera muy difícil para una chica. La discriminación es un problema cultural. Para cambiarlo no hay que empezar por el Conicet sino por el jardín de Infantes.

Fuente: http://www.clarin.com

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